Dago sabe respirar, sabe inseminar, a quien lee sus versos, de su aliento. Es imposible leer sus poemas y no convertirse en cómplice o seguidor obediente de lo que él dice, mejor dicho: de lo que dice y del cómo lo dice [...] si alguien desea aprender a manejar el ritmo de sus versos o administrar el aliento bien haría en leer, en voz alta, los versos de Dago.
Leamos Belacqua, “Contemplemos esa luz que nos sonríe”. Yo conozco su secreto: “ser el mar / el mar el mar / y no la espuma”.