Cuando tenemos un desafío estratégico ligado a nuestras marcas y que involucra entender al consumidor, es común que nos preguntemos si tenemos datos que puedan validar o soportar nuestras decisiones, pero ¿dedicamos el mismo tiempo y atención a observar y sentir al consumidor tanto como lo medimos? ¿Tendemos a buscar respuestas desde la comodidad de nuestros escritorios o salimos a la calle lo suficiente para contrastar nuestras hipótesis? ¿Somos capaces de sentir personas reales en entornos reales o preferimos escudarnos en lo que ya conocemos desde nuestra propia zona de confort?