Los estudios sobre la presencia afrodescendiente en América Colonial han estado vinculados a una explicación economicista, la que valoró la importancia que tuvo la presencia del africano y sus descendientes en el desarrollo económico de los espacios coloniales; sobre todo, las economías de plantación. En las últimas décadas, si bien ha existido un impulso por abordar la interacción de los esclavizados con los demás grupos étnicos, los estudios sobre vida cotidiana, usos de la vía jurídica, etc., aún son modestos en el Perú. Este hecho se explica por el blanqueamiento social y la invisibilización a los que ha sido sometido el aporte africano y afrodescendiente, motivado en parte por la importancia brindada a la población indígena en el Perú colonial, el sujeto histórico privilegiado en los estudios de historia.
Este hecho ha moldeado una dualidad en la historiografía peruana. Esta ha girado en torno a una tradicional y una historiografía critica. Una es más contestaría que la otra, pero con el mismo matiz de exclusión de los africanos y sus descendientes2. Incluso, una disciplina como la etnohistoria, cuyo objetivo es rescatar la voz de los ausentes en el discurso histórico, ha sido desbordada por el estudio privilegiado del indígena en su relación con la cultura dominante3. En otras palabras, la historia peruana se andinizó, pues impuso una lógica donde lo étnico es equivalente a indígena.