Las palmeras han ocupado siempre un lugar muy importante en la vida
diaria de muchas comunidades rurales a lo largo y ancho del planeta. Sus diversos usos han estado asociados generalmente a las necesidades básicas más inmediatas, como la construcción de viviendas, la alimentación, la artesanía utilitaria y los diferentes accesorios para el trabajo manual; así como también la medicina, la cosmética, los fertilizantes, la elaboración de combustible, la confección de prendas de abrigo, entre otras muchas más. Sus diversos usos posicionan a esta familia vegetal como una de las más importantes para el ser humano, pero también como garante principal para el equilibrio de los ecosistemas en los que se desarrolla. Si bien, las palmeras forman parte del listado de especies vegetales más utilizadas a nivel mundial, su importancia es mayor en aquellas regiones dominadas principalmente por paisajes tropicales, donde su diversificación se materializa en decenas de géneros y cientos de especies, proporcionando a los pobladores rurales una infinidad de materiales que han favorecido la adaptación a un medio hostil y poco benévolo para el ser humano.
Nosotros, que vivimos en la Amazonía, somos testigos privilegiados de
la importancia que las palmeras tienen para las comunidades rurales,
también, aunque en menor medida, para aquellos asentamientos
humanos que con mayor frecuencia proliferan alrededor de los grandes
centros urbanos amazónicos. Cuando visitamos alguna de estas
comunidades, comprobamos cómo su presencia es casi permanente en
su cotidianidad diaria; nos protegemos de la inclemencia del sol o la lluvia bajo los techos tejidos con las hojas de diferentes especies de palmeras, admirándonos por su reducido registro calórico y sonoro; comprobamos la dureza y flexibilidad de los tallos de las “ponas” amazónicas, utilizados para la construcción de los suelos y la
tabiquería de las viviendas familiares; descansamos, después de una larga jornada en el campo, en las cómodas hamacas tejidas con las fibras extraídas de las hojas jóvenes de la chambira, mientras nuestros compañeros de trabajo nos invitan a un agradable y refrescante “chapo” de ungurahui (Ribeiro 1995; Henderson, 1995).Es paradójico, no obstante, que esta omnipresencia de las palmeras en las comunidades rurales no tenga como efecto lógico e inmediato la puesta en valor y aplicación generalizada de los conocimientos ancestrales ligados a
cada una de las especies existentes en la Amazonía. La situación crítica actual de las palmeras en la región amazónica nos reafirma esta triste paradoja.