A pesar de la soledad profunda y el desamor de los que nos habla este libro, sus páginas contagian también una ternura desbordante y, sobre todo, invitan a la contemplación de la naturaleza y la meditación. La imagen del amado ausente nos recuerda a los Cánticos espirituales de San Juan de la Cruz, y la contemplación reflexiva de la naturaleza evoca a las Odas de Fray Luis de León.
Acompañada de estos dos grandes maestros de la poesía castellana, la voz de Cesarina nos estremece con esa búsqueda incansable del amado entre las flores, en los ríos, en las ciudades y en el mar. Sin embargo, la nostalgia que nubla las diferentes horas del día, se ilumina con la esperanza de saber que el amado ausente está en otro espacio y que es posible el reencuentro.