La relación profesor-alumno no es ajena al ideario del centro: en él encuentra su sentido y finalidad. Si el docente no domina la materia, es difícil que el alumno se deje conducir; no obstante, si se queda en lo meramente técnico, descuidaría la formación del alumno en tanto ser humano, que reclama el respeto a su singularidad y su libertad. Mientras el docente enseña y orienta, el alumno aprende y se deja guiar: sobre el complemento armonioso de ambos roles versa el presente libro.