Este libro es varias cosas a la vez, todas ellas muy sencillas. En primer lugar, como es evidente, es una reunión de amigos que echan de menos a uno que ya no está, un testimonio de amistad que en algunos casos proviene de la más temprana niñez y en otros es muy reciente y breve. Todos los que aquí escriben tienen una deuda de amistad con Eduardo Chirinos como persona y como poeta: algunos lo conocieron bien por el trato y otros lo conocieron antes por su obra. En el caso de un escritor,
en verdad no hay una diferencia cierta entre ambas posibilidades: un autor que se ha leído con fervor y agradecimiento acaba siendo un amigo.