Uno de los principales efectos de la pandemia por la COVID 19 en las interacciones humanas ha sido la migración masiva y acelerada desde los entornos físicos a los entornos virtuales, como consecuencia de las medidas de confinamiento y aislamiento social emprendidas por los Estados a nivel global, siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Esta migración masiva a la virtualidad ha transformado significativamente dos ámbitos de la vida social: la educación y el trabajo, estos se adaptaron a la virtualidad, implementándose mecanismos de teletrabajo y de educación a distancia mediante el uso de las herramientas digitales. No obstante,
esta migración ha traído consigo nuevos problemas, sobre todo como consecuencia de las desigualdades sociales existentes. Así, por ejemplo, la educación virtual ha evidenciado las desigualdades en el acceso a las herramientas digitales y a la internet en contextos como América Latina, donde incluso antes de la pandemia ya existía una brecha digital significativa, situación de desigualdad que se agravó durante la pandemia.1