El pulso carotídeo, la marcha de la pátina turquesa que el tiempo forma sobre el bronce, el galope desbocado de un caballo durante los minutos finales de la batalla: todo imprime su ritmo. Igual quien cava una zanja, las páginas impares de un libro o el fuego que tiembla sobre el candil cuando está a punto de extinguirse. En Parte, el ritmo es una estrategia de la memoria y el olvido de estructuras regulares, el extravío del sentido y la persistencia de una voz, una victoria del concepto que intenta remontar la derrota del poema. Una voz se desplaza de un lado a otro, reagrupando las formas, desgastándolas como el viento del desierto limpia las osamentas. ¿Cuántas palabras sobreviven el proceso? Naturalmente, algunas.