«En precipitaciones las palabras caen impresas en la página como la lluvia o la nieve aparecen sobre un cielo despejado. Las imágenes no tienen otra pretensión que la de su propio precipitarse, la de ser reconocidas en su gravedad: casas, dedos, cuerdas, bocas, música o memoria. Aquí la dicotomía entre naturaleza y cultura ha perdido sentido; mientras el agua piensa o rememora, las palabras se precipitan. Escrito desde Nueva Inglaterra, precipitaciones traza un nudo cuyos otros cabos son la costa y los Andes peruanos. En sus seis estancias —lluvia, nieve, relámpago, niebla, hojas, arena— el poema se desplaza, se acelera, se contiene y luego se hace tormenta, otoño, paraca. Es un objeto más entre los objetos del mundo, materia que ocupa un lugar y despide ritmos en cuerpos suspendidos o en objetos abandonados que nadie reclama.» —AUB